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13 de junio de 2012

13 reglas para tener una mala biblioteca


No es fácil que una biblioteca sea realmente mala: unos buenos libros, aunque estén perdidos entre un mar de textos escolares, pueden ser suficientes para abrir a sus lectores posibilidades maravillosas. Sin embargo, si uno se esfuerza un poco, puede lograr tener una mala biblioteca. Umberto Eco[1] señaló alguna vez los rasgos que debía tener una biblioteca académica que quisiera ser excelente en su maldad. Las recomendaciones que siguen tratan de dar unas ideas parecidas para los que administran bibliotecas públicas.  
  1. Cambie el bibliotecario con frecuencia. Si Usted nombra el bibliotecario, cámbielo siquiera cada año. Así no llega nunca a conocer la colección bien, y se evita que aprenda a promover la lectura, que conozca bien a los lectores y sus hábitos y en general que preste un buen servicio.
  2. Preocúpese por los edificios y los muebles, y no por los libros.  Lo importante es que la alcaldía o el gobierno den dinero para construir un edificio nuevo, o para tener cabinas y cubículos para la lectura. Los recursos para comprar unos cuantos libros nuevos al año, unas películas o unos discos de música no tienen mucho interés. Y ojalá los edificios sean bien complicados: las bibliotecas que tienen solo una sala general, una sala de niños y una o dos salas más  para reuniones y talleres hacen más difícil tener una mala biblioteca, pues el bibliotecario se da cuenta de todo lo que pasa y los lectores encuentran todo a la mano.
  3. No deje que los lectores se interesen por los libros y desordenen la biblioteca.  Cuando los lectores pueden hojear y buscar libremente los libros, acaban desordenándolos. Es preferible, para evitar eso, que los libros estén en un cuarto separado, o detrás de un mostrador y que tengan que pedir el libro que necesitan. Si no saben que libro necesitan, mejor, pues así los usan menos y hay menos riesgos de que se pierdan, se  deterioren o se gasten. No ponga los libros nuevos a la vista, no haga muestras de libros interesantes sobre un tema o para un público especial. Deje que los lectores mismos averigüen lo que quieren leer.
  4. Promueva la lectura mostrando que es aburridora, un verdadero castigo, que hay que soportar para que lo dejen a uso hacer lo que es divertido. La mejor estrategia para esto es hacer que la lectura sea la condición que hay que cumplir si uno quiere hacer algo realmente agradable. Las madres han perfeccionado esto: si no te lees este libro no te dejo ver la telenovela”. Siguiendo este ejemplo, no se permitirá ver películas sino a los que hayan pasado por la tarea aburridora de leerse un cuento: “si no leen unas páginas de estos libros, no les dejaremos ver una película, ni usar los computadores, ni entrar a Internet”.
  5. Complíquele la vida a los lectores. Pida documentos para entrar a la biblioteca, y recomendaciones y fiadores para prestar libros. No permita que lean en el patio, bajo los árboles, en el suelo: lo mejor es tener cubículos individuales de los que no se puedan mover. Divida la biblioteca en muchas salas distintas, para que las revistas y periódicos no estén junto a los libros ni a las enciclopedias, para que los computadores donde se consulta Internet no puedan usarse para comparar lo que está en un libro, para que las películas haya que verlas en un sitio diferente, y así los lectores tengan que caminar y hagan ejercicio. (Además, esto promueve el empleo: se necesitan más empleados para vigilar todas las salas). Cambie los horarios con frecuencia o cierre la biblioteca con cualquier motivo; sobre todo, ciérrela para tener tiempo de hacer informes bien largos para la administración pública. No abra los sábados ni domingos, ni al final de la tarde, pero abra  a las 8 a.m. los lunes, cuando nadie venga a la biblioteca. Abrir de 12 del mediodía a 8 p.m. puede hacer muy fácil que la gente que trabaja o estudie venga a la biblioteca y le complicará la vida. Haga actividades que no dejen leer a los que quieran hacerlo: haga la hora del cuento para niños, o el taller de dibujo, en la misma sala de lectura de niños, de modo que los que quieran seguir leyendo no puedan hacerlo. Invente toda clase de talleres que no tengan nada que ver con la lectura.
  6. No preste libros. Si Usted deja que se lleven los libros a la casa, van a terminar aficionándose a la lectura y de pronto interesando a otras personas. Y si presta, ponga trabas: demore la entrega del carnet, no preste más de un libro a la vez, no preste los libros sino por 5 días. Y no se le ocurra prestar cajas de libros a las escuelas y dejarlas allí por varias semanas, en manos de un profesor: cuando se pierda un libro, o los niños lo gasten de tanto usarlo, no va a ser fácil reponerlo.
  7. Tenga pocos libros. La regla principal para tener una biblioteca mala es no tener plata para comprar libros nuevos y depender únicamente de los regalos de las entidades públicas. Pero si tiene plata para comprar libros, compre en primer lugar enciclopedias, que son para averiguar datos inútiles pero raras veces promueven la lectura. En segundo lugar, es preferible comprar muchas copias de cada libro. Así, si hay con qué comprar 300 ejemplares, en vez de comprar 300 títulos diferentes, es preferible comprar 3 copias de 100 títulos. De esta manera la catalogación es más fácil, nunca habrá un lector incómodo porque el libro que quiere leer está prestado o lo está leyendo otra persona. El hecho de que los lectores no encuentren los 200 títulos que no se compraron no importa, pues como no están en el catálogo, solo uno que otro se dará cuenta de que hacen falta. También puede argumentar para sostener esta política que si se pierde un ejemplar siempre estará otro disponible: nadie le preguntará por los 200 que no están disponibles. Por último, no compre los libros sino una vez al año, en un solo pedido: así logra que buena parte del material interesante esté agotado y se ahorra la compra; además, evita darle gusto a los lectores que quieren leer los libros cuando acaban de salir.
  8. No tenga computadores, ni películas ni música.  Mantenga una visión clásica de la biblioteca afirmando que lo único que debe tener son libros. En los computadores los lectores se ponen a mirar su correo o entran a páginas inadecuadas; las películas y la música no tienen que ver con la verdadera cultura: son pura entretención. Si la biblioteca tiene películas o computadores, trate de que se usen poco, y ni se le ocurra hacer una programación periódica de cine para niños o adultos. Y no preste las películas ni los discos.
  9. Haga de la biblioteca un apéndice, y no un complemento, del trabajo escolar o académico. Preocúpese por que la biblioteca tenga muchos textos escolares o universitarios y pocos libros distintos, para que los estudiantes no vayan a perder el tiempo con cosas que no les piden sus maestros.
  10. No tenga libros sobre temas difíciles. La biblioteca no debe tener libros que critiquen el gobierno o la religión, ni que hablen de sexo. Así evita problemas.
  11. Trate de tener pocos libros inútiles o extranjeros. Los libros que no sirven para hacer tareas a los estudiantes y para hacer consultas útiles a los adultos no sirven mucho. Es mejor tener pocas novelas, poca poesía, poco libro de juegos, diversiones y trabajos manuales.  Promueva los escritores locales, para que la gente no pierda el tiempo con escritores extranjeros: entre Shakespeare, Tolstoi, Faulkner y los escritores locales, escoja siempre a los autores locales. Se lo van a agradecer.
  12. No valore mucho la capacidad de sus lectores. Tenga a mano frase como “¿Y a quien se le ocurre que en este pueblo alguien va a leer a Aristóteles?” “Las novelas de Balzac ya pasaron de moda: que lean a Corín Tellado” “Lo que la gente quiere son horóscopos y libros de autoayuda”.  No deje a los niños manejar el computador ni ver el catálogo personalmente, pues no saben hacerlo.
  13. Invente muchas reglas, y cámbielas con frecuencia. No hay que olvidar mantener un buen conjunto de prohibiciones: no se puede entrar a la biblioteca sin estar calzado (muy útil en los pueblos de la costa); no se puede entrar con cuadernos sino con hojas sueltas, no se puede cambiar de puesto de lectura, no se pueden tomar fotografías (se pueden permitir, pero con flash, para que molestan a los lectores) de las páginas de los libros o de los periódicos.
Jorge Orlando Melo
Bogotá, 2006