La frase de Saint-Exupéry “Lo esencial es invisible a los ojos”, cobra vigencia a través de uno de los libros más vendidos en el mundo.
Libro de cabecera de muchos y de la categoría de aquellos que se leen más de una vez, “El Principito” encierra desde la primera a la última palabra, un aprendizaje que se renueva en cada lectura.
Este año, la obra del francés Antoine de Saint-Exupéry cumplió 70 años de existencia plena desde que se editó en abril de 1943, en inglés y francés (Le petit prince), en los Estados Unidos, apenas quince meses antes de que su autor muriera en un accidente de aviación. Eran los últimos años de la Segunda Guerra Mundial y la edi torial francesa Éditions Gallimard no pudo imprimir la obra hasta 1946, tras la liberación de Francia.
Recorrer las páginas de esta corta novela, con sus características ilustraciones de estilo naif realizadas por su propio autor, es reflexionar sobre situaciones de la vida: la grandeza de la amistad, la solidaridad, la fortaleza, y hasta hay quienes sienten que es curadora de las heridas de la desesperanza.
“El Principito es un clásico, que entraña el compromiso de vivir, el lujo verdadero de las re laciones humanas. Y aunque haga correr lágrimas, provoca alegría en ellas”, expresa la profesora en Letras Ana María Peña, especialista en esta obra.
La docente considera que, probablemente, Saint-Exupéry no pensó en el impacto mundial de su obra, que fue traducida a tantos idiomas y dialectos como La Biblia y nunca pierde su puesto en el ránking de lectura. “Tiene la característica de no poderlo catalogar, porque reune en sí mismo tintes filosóficos, de alegoría fantástica, de parábola, de cuento maravilloso...”.
Es que este libro trae aparejada la nostalgia de la transparencia de inocencia que llevamos adentro desde niños y vamos perdiendo en el camino a la adultez. El Principito encierra mucho de moral, de esa que todos en el mundo y en todos los tiempos compartimos. “En este tercer milenio, en el que estamos muy necesitados no solo de valores sino de tolerancia, de paciencia, de espera y de silencio en un planeta de aceleración incomprensible, en el que llegar a la cumbre es la única meta sin importar a qué precio, este libro es un bálsa mo verdadero”, afirma Peña.
Aviación y muerte
Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry nació en la ciudad francesa de Lyonel 29 de junio de 1900, como parte de una familia noble.
Escritor y aviador, multifacético, en diciembre de 1935 y tras un viaje de casi 20 horas camino a Saigón, junto con su navegador André Prevot tuvieron un aterrizaje forzoso en el desierto del Sahara en territorio libio. Ambos sobrevivieron al aterrizaje, pero sufrieron los estragos de la rápida deshidratación y quebraduras. Ambos experimentaron alucinaciones visuales y auditivas hasta que al cuarto día, un beduino en camello les salvó la vida. Lo relata en su libro “Tierra de hombres”(1939).
En 1943, y después de 27 meses en América del Norte, regresó a Europa para volar con las Fuerzas francesas libres y luchar con los Aliados en un escuadrón basado en el Mediterráneo. Tras algunos inconvenientes en su tarea de piloto, fue reinstalado en misiones de vuelo por la intervención personal del General Eisenhower. Charles de Gaulle, por su parte, públicamente afirmó que Saint-Exupéry apoyaba a Alemania, lo que lo deprimió y llevó al alcoholismo.
La última misión de reconocimiento que hizo fue recoger información de inteligencia sobre los movimientos de las tropas alemanas en el valle del Ródano y sus al rededores antes de la invasión aliada del sur de Francia (Operación Dragoon). En la noche del 31 de julio de 1944 despegó a bordo de un P-38 sin ar
mamento de una base aérea en Córcega, y no regresó. Una mujer informó haber visto entonces un accidente aéreo alrededor cerca de la Bahía de Carqueiranne junto a Tolón.
Un cadáver sin identificar usando insignias franceses fue encontrado varios días después al sur de Marsella y enterrado en Carqueiranne en septiembre.
Estuvo muy relacionado a América del Sur y fue en Buenos Aires donde vivió y conoció a su esposa, la salvadoreña Consuelo Suncín. Fue nombrado director de la Aeroposta Argentina, filial de la Aéropostale, que enviaba el correo entre la Capital Federal y la Patagonia y tuvo la misión de organi zar la red de América Latina. Ese periodo le dio el marco para su segunda novela, “Vuelo nocturno”.
Exquisita sensibilidad
“Esta novela no podría haber salido de otro escritor. Era tan complejo como el mismo principito, a veces caprichoso y contradictorio, pero también sólido y profundo. A veces niño y al mismo tiempo viejo y desencantado, multifacético y hombre de acción, pero sobre todo con una ética profunda.
Considero que lanzó un mensaje de socorro a los hombres para asumir el compromiso de vivir como se debe”, expresa Ana María Peña.
Es para todas las edades, porque enseña sobre la vida y la muerte. “Lo que da sentido a la vida es lo que después le da sentido a la muerte. En el aprendizaje de este principito hay tres personajes fundamentales: el piloto, el zorro y la serpiente, cada uno de los cuales le dejan un regalo. El hombre, que lanza la frase más reconocida de esta obra cuando dice ‘Lo esencial es invisible a los ojos’ y le regala una caja con un cordero adentro que no se ve. El zorro le enseña cómo domesticar a alguien refiriéndose a una rosa que, aunque complicada y contradictoria, es su amiga y la tiene que aceptar y cuidar como es; es profundizar el concepto de amistad. Y el último regalo, de la serpiente, desacraliza el sentido de la muerte, porque le enseña que vale la pena morir si se va a reencontrar con su amiga, única en el universo”.
Lectura compartida y charla
Para la docente, llama la atención que El Principito no sea un texto de lectura en todas las escuelas, salvo excepciones. “Probablemente haya quienes lo desvalorizan o quizás necesita del debate para encontrar la profundidad que encierra en sus palabras. Conceptos como el silencio, la soledad para el pensamiento, tomarse el tiempo para profundizar es lo que nos lleva a la plenitud en la vida y ese es el enorme valor que transmite. Es necesario reubicarse en el planeta interior, no en el exterior, y ese concepto es enriquecedor para los chicos”. Explica que este trabajo tiene otra peculiaridad, porque no es solo un texto literario, una prosa poética, sino un ícono texto, en el que escritura e imagen forman un todo indivisible.