9 de agosto de 2021
8 de julio de 2021
Que pasaba en aquel Tucumán de 1816
Todos recordamos al 9 de Julio como el dia de nuestra independencia, pero, nos pusimos a pensar cuantos años tardamos en lograrla? Si hubo en el camino otras ideas u opciones? Si podria haber sido de otras maneras? O si existía la opcion de nunca ser libres de Europa?
Bueno, no se si quedarán conformes con todas esas explcaciones, pero si sabemos que hay mucho más que una casita en Tucumán, muchos hombres valientes e inteligentes que querian que estas tierras contaran su propia historia.
< para más información ir a EL HISTORIADOR> les compartimos una parte muy jugosa de nuestra historia.
VIVA LA PATRIA!!!!! con un locrito mucho mejor!!!
¿Cómo era aquel Tucumán?
Se había elegido como sede del Congreso a la ciudad de Tucumán porque estaba ubicada en el centro del virreinato y porque las provincias se negaban a que Buenos Aires fuera otra vez la única protagonista de un hecho que las afectaba a todas. Fray Cayetano Rodríguez le explicaba a un amigo los motivos de la elección de la sede: “Ahora encuentras mil escollos para que el Congreso sea en Tucumán. ¿Y dónde quieres que sea? ¿En Buenos Aires? ¿No sabes que todos se excusan de venir a un pueblo a quien miran como opresor de sus derechos y que aspira a subyugarlos? ¿No sabes que aquí las bayonetas imponen la ley y aterran hasta los pensamientos? ¿No sabes que el nombre porteño está odiado en las Provincias Unidas o desunidas del Río de la Plata?”
En aquel entonces San Miguel de Tucumán era una pequeña ciudad de doce manzanas. Desde lejos podían verse las torres de las cuatro iglesias y del Cabildo. Los tucumanos, unos pocos miles por entonces, tenían una vida tranquila que se animaba al mediodía, cuando el centro se poblaba de carretas, vendedores ambulantes y gente que iba y venía entre las pulperías y las tiendas. No faltaba el azúcar para el mate ni tampoco algún cantor que animara a la gente con una zamba.
Por las noches había tertulias como en Buenos Aires, pero a las diez el toque de queda les recordaba a todos que estaban en zona de guerra y que había que refugiarse en las casas.
Los primeros en llegar a Tucumán fueron los diputados porteños y los cuyanos. Los restantes se fueron sumando luego, hasta que el 24 de marzo de 1816 se inauguraron las sesiones del Congreso.
Comienza el Congreso
El 24 de marzo —por entonces fecha sin connotaciones nefastas— de 1816 comenzaron las sesiones del Congreso bajo la presidencia del doctor Pedro Medrano, que decía en una confesión a un amigo: «¿No le parece a usted como a mí, que tal comisión de arengar en la apertura del Congreso es bastante peliaguda? ¡Perra! Pues bien que he dado vueltas para encontrar qué decir, y todavía no lo hallo». Pero se las ingenió y dejó abiertas las sesiones. Se resolvió que la presidencia sería rotativa y mensual, y se designaron dos secretarios: Juan José Paso y José Mariano Serrano.
«Tan pobre era la patria que, como Jesús, no tenía lugar para nacer», decía la copla popular y, efectivamente, el Congreso sesionó en la casa de doña Francisca Bazán de Laguna —como todos sabemos desde nuestra más tierna infancia, la mejor productora de empanadas de todo el Tucumán—, ubicada en la Calle del Rey N° 151. Se había construido a fines del siglo XVIII y era una típica casa colonial. (…)
La primera cuestión que tuvo que tratar el Congreso fue el reemplazo del renunciante director supremo Ignacio Álvarez Thomas. Fue elegido para el cargo el diputado por San Luis, coronel mayor Juan Martín de Pueyrredón, de quien decía Medrano: “Hay hombres más virtuosos, pero no tan políticos. Los hay más sabios, pero no tan discretos. Los habrá más santos, pero no tan vivos y perspicaces. Juan Martín tiene de aquellas virtudes las que se necesitan y tiene sobre todos los virtuosos la política, la perspicacia, la destreza, y lo que vale más que todo, la opinión”.
El nuevo director debió viajar de inmediato a Salta para confirmar a Güemes como comandante de la frontera norte tras la derrota de Rondeau en Sipe-Sipe.
El tema siguiente fue el debate sobre la forma de gobierno. La mayoría de los congresales estaban de acuerdo en establecer una monarquía constitucional, que era la más aceptada en la Europa de la Restauración. En el mundo sólo quedaba en pie una república: los Estados Unidos de Norteamérica.
En la sesión secreta del 6 de julio de 1816, Belgrano, que acababa de llegar de Europa tras su fallida misión, propuso ante los congresales de Tucumán que, en vez de buscar un príncipe europeo o volver a estar bajo la autoridad española, se estableciera una monarquía moderada, encabezada por un príncipe inca.
Decía Manuel Belgrano: “Las naciones de Europa tratan ahora de monarquizarlo todo. Considero que la forma de gobierno más conveniente a estas provincias es una monarquía, es la única forma de que las naciones europeas acepten nuestra independencia. Y se haría justicia si llamáramos a ocupar el trono a un representante de la casa de los Incas”.
Belgrano recibió el cálido apoyo de San Martín y de Güemes. La idea también entusiasmó a los diputados altoperuanos, que propusieron un reino con capital en Cuzco: se daba por descontado que esto aseguraría la adhesión de los indígenas a la causa revolucionaria.
Es curioso observar cómo califican muchos historiadores la idea belgraniana del inca. Casi sin excepción se burlan de ella tildándola de exótica. No usan el mismo calificativo para los zares, el príncipe de Luca o los integrantes de la realeza europea, ellos sí exóticos, que trataron de coronar los directoriales. Resulta que el único exótico es el inca, y a tales efectos no deja de ser interesante la definición de la palabra según el diccionario de la Real Academia Española: «Exótico: extranjero, especialmente si procede de país lejano».4 Claro que para muchos escribas vernáculos siempre será más «exótico» un inca, un gaucho, un criollo o un «cabecita negra» que cualquier parásito de las monarquías transatlánticas.
Para los porteños, la coronación del inca era inadmisible y «ridícula». El diputado por Buenos Aires, Tomás de Anchorena, dijo que no aceptaría a «un monarca de la casta de los chocolates, a un rey en ojotas», y propuso la federación de provincias a causa de las notables diferencias que había entre las distintas regiones.
(…)
Fray Justo Santa María de Oro hizo gala de su muñeca política y postuló que había que consultar a los pueblos de todo el territorio antes de tomar cualquier resolución sobre la forma de gobierno, amenazando con retirarse del Congreso si no se procedía de ese modo. Las discusiones entre monárquicos y republicanos siguieron cada vez más acaloradas, sin que se llegara a ningún acuerdo.
Pueyrredón regresó a Tucumán, apuró a los diputados para que declarasen, de una vez por todas, la independencia y viajó a Buenos Aires.
El sol del 9 viene asomando
El martes 9 de julio de 1816 no llovía como en aquel 25 de mayo de hacía seis años. El día estaba muy soleado y a eso de las dos de la tarde los diputados del Congreso comenzaron a sesionar. A pedido del diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamante, se trató el «proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país». Bajo la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida,el secretario Juan José Paso preguntó a los congresales «si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli». Todos los diputados aprobaron por aclamación la propuesta de Paso.
En medio de los gritos de la gente que miraba desde afuera por las ventanas y de algunos colados que habían logrado entrar a la sala, fueron firmando el Acta de Independencia, que declaraba “[…] solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueran despojadas e investirse del alto carácter de nación independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
El acta establecía además que todas y cada una de las provincia «así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama».
En la sesión del 19 de julio de 1816, uno de los diputados por Buenos Aires, Pedro Medrano, previendo la reacción furibunda de San Martín, que estaba al tanto de las gestiones secretas que involucraban a algunos congresales y al propio director supremo para entregar estas provincias, independientes de España, al dominio de Portugal o Inglaterra, señaló que antes de pasar al ejército el Acta de Independencia y la fórmula del juramento, se agregase, después de «sus sucesores y metrópoli», «de toda dominación extranjera», «para sofocar el rumor de que existía la idea de entregar el país a los portugueses».
La declaración iba acompañada de un sugerente documento que decía «fin de la Revolución, principio del Orden», en el que los congresales dejaban en claro que les preocupaba dar una imagen de moderación frente a los poderosos de Europa que, tras la derrota de Napoleón, no toleraban la irritante palabra «revolución».
29 de junio de 2021
20 de junio: Dia de la Bandera
Hola a todes, queremos compartir el fabuloso trabajo que realizaron los chiques de 4 c y 4 d Turno Tarde para esta fecha. Felicitaciones a los niñes y sus docentes!!!!!!
11 de junio de 2021
Poesias y de las otras
Bienvenidos, como están?, les queriamos contar que junto a los niñes de 6 grado estamos conociendo nuevas poesias, entre otras cosas, aca les dejamos dos de las que más nos gustó.
Un poema justamente famoso de Mario Benedetti, que se titula “Táctica y estrategia”, y que dice así:
Un poema justamente famoso de Mario Benedetti, que se titula “Táctica y estrategia”, y que dice así:
Mi táctica es Mi tácticamirarte, quererte como sos es ser franco y saber que sos francaaprender como sos y que no nos vendamos simulacrosquererte como sos Para que entre los dos no haya telon ni abismo mi táctica es hablarte y escucharte Mi estrategia es en cambioconstruir con palabras, más profunda y más simpleun puente indestructible mi estrategia es que un dia cualquiera no se como, ni se con que pretextoMi táctica es quedarme en tu recuerdo ni se con que pretextono sé cómo, ni sé con qué pretexto por fin me necesitespero quedarme en vos
Margot: la pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri
5 de junio de 2021
22 de mayo de 2021
Semana de Mayo de 1810 en Argentina
Foto y texto: El historiador
Viernes 18
El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirmaban los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español.
La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18, los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.El viernes 18 el virrey Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: «A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires.» El virrey advertía que «en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno» él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre «los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones». A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.
Sábado 19
Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.
Domingo 20
El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó «Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran» y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el «Café de los Catalanes y en «La Fonda de las Naciones», los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción
Lunes 21
A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la «Legión Infernal» y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los «infernales» no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
Martes 22
Ya desde temprano fueron llegando los «cabildantes». De los 450 invitados sólo concurrieron 251. También estaba presente una «barra» entusiasta. En la plaza, French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue calentando hasta que empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que habiendo caducado el poder Real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que consultar al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando en que el interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso le dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno.
Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.
«Modales»
El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas revolucionarias «… mientras que a los que no votaban contra el jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les chiflaba.»
Miércoles 23
Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y elaboró un documento: «hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (…) hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente”.
Jueves 24
Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: «Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas.»
Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La Junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:
«En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las habría conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender con semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de gobierno.»
El 25 de mayo de 1810
Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la «sensación térmica» de la gente era otra . Grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas.
Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó «¿Dónde está el pueblo?». En esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo «Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada.» Poco después se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.
La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias «Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos.»
Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la «máscara de Fernando», es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el 9 de julio de 1816.
Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.
En Buenos Aires, el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en un buque inglés.